A las 12.42 pm de este viernes, sólo seis días después de
la aparición de un coche bomba en Times Square, la herida volvió a
abrirse casi por el mismo punto: una nevera blanca apareció abandonada
entre las calles 45 y 46, cerca del hotel Marquis. Inmediatamente la
policía volvió a cerrar la plaza. La evacuación duró una hora, hasta que
se comprobó que la nevera no contenía otra cosa que botellas de agua.
Si Faisal Shahzad quería sembrar el terror sin duda lo ha
conseguido. Pocos días después de su “hazaña” un coche abandonado que
humeaba obligó a cerrar un puente de Manhattan. Y este lunes un autobús
que viajaba de Maine a Nueva York estuvo diez horas parado, con cerco
policial y todo, por miedo a que un pasajero que se bajó en extrañas
circunstancias hubiera dejado tras de sí una bomba. El resto del pasaje
tuvo que apearse con las manos en alto, algunos incluso esposados.
Pero las imágenes más espectaculares volvieron a ser las
de Times Square, la Puerta del Sol neoyorquina, vacía a mediodía, con
varios autobuses desviados y con un robot artificiero tanteando la
misteriosa nevera blanca. Luego vinieron los artificieros humanos, que
fueron los que verificaron que el contenido del paquete sospechoso no
pasaba de ser un puñado de botellas de agua.
Entretanto prosigue la investigación del alcance del
atentado del sábado. La comparecencia de Faisal Shahzad ante el juez se
ha demorado varias veces para dar tiempo a que siga hablando y
cooperando con el FBI. Si coopera lo suficiente puede ver rebajada su
condena; en principio es candidato a la cadena perpetua. En estos
momentos la investigación se centra en los apoyos financieros que puede
haber recibido por parte de los talibanes paquistaníes y otros grupos
islámicos radicales de aquel país.
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