La «marea roja» y tóxica que generó el lunes el accidente en la planta de aluminio de Ajka (Hungría) ha despertado la preocupación en sus vecinos europeos, que temen la extensión del residuo tóxico por el Danubio.
El vertido de un millón de metros cúbicos se encuentra a sólo 72 kilómetros del segundo río más largo de Europa, al que podría acceder por el Raab, su afluente. A este respecto, el comisario europeo de Medio Ambiente, Janez Potocnik, señaló ayer que se hará «todo lo posible» para evitar el trasvase de aguas contaminadas, que se ha cobrado cuatro vidas.
De producirse el «contagio», el peor accidente medioambiental de la historia de Hungría podría contaminar el suministro de agua de otros países, como advirtió la Comisión Internacional para la Protección del Danubio.
El Gobierno húngaro ha adelantado que hará falta al menos un año para recuperar cierta normalidad en las tres regiones afectadas. Deberán retirarse dos metros de tierra de las zonas más castigadas para que el suelo vuelva a ser fértil.
Por su parte, la empresa MAL Zrt, responsable de la planta de aluminio, expresó su deseo de reanudar la actividad este fin de semana, a pesar de que se haya iniciado una investigación criminal contra la compañía para esclarecer la causa de la fisura que provocó el vertido. Según las primeras hipótesis, el accidente fue fruto de un error humano, aunque MAL Zrt apunta a las fuertes lluvias de días anteriores como la verdadera causa del derrame.
Mientras, los servicios de rescate continúan buscando a los seis desaparecidos y se limpia contrarreloj el lodo rojo, altamente pernicioso para la salud.
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