Las recientes amenazas de Estados Unidos contra
Irán y la República Popular Democrática de Corea
hacen hoy aún más vigentes los alertas para impedir
la repetición de un genocidio, como el cometido por
Washington hace 65 años al lanzar las bombas
atómicas contra la
indefensa
población de las ciudades japonesas de Hiroshima y
Nagasaki.
Punto de partida testimonial de los horrores de
aquella agresión atómica y los sufrimientos de los
sobrevivientes es Shunsaburo Tanabe, representante
del Proyecto Hibakusha, que aboga por el desarme
nuclear mundial, quien recientemente visitó Cuba
Tanabe, de 84 años de edad, tenía 20 cuando el
bombardeo atómico norteamericano contra Hiroshima.
Se hallaba a unos kilómetros de distancia de donde
cayó el artefacto que causó el 6 de agosto de 1945,
la muerte instantánea de 80 000 personas, y que
llegó en días posteriores a 140 000 fallecidos. "Fue
algo injustificable, Japón ya estaba debilitado y
hambriento. No eran necesarios esos lanzamientos
para terminar la guerra", expresó durante una visita
a La Habana, en entrevista para Granma.
Hisashi Shosokabe, otro sobreviviente, relató que
en el momento de la explosión de la bomba tenía 9
años de edad y se hallaba en una escuela a 20
kilómetros de Hiroshima, donde trabajaba su padre,
quien pereció, igual que su madre y hermano mayor a
causa de un cáncer producto de la radiación. "Yo he
quedado sufriendo secuelas que pueden provocarme la
muerte en cualquier momento", expuso.
Los fallecidos por los artefactos nucleares suman
más de 200 000, mientras dos millones de víctimas
sufren los padecimientos de la radiación por aquel
acto de barbarie.
Muchos otros lugares han servido para que Estados
Unidos perfeccione la letalidad de sus armas para el
exterminio humano. En Iraq empleó el peligroso
uranio empobrecido en sus municiones durante la
Guerra del Golfo de 1991, y otros implementos
bélicos no menos sofisticados en la invasión
posterior contra la nación mesopotámica en el 2003,
bajos falsos pretextos de buscar armas de
destrucción masiva, que jamás encontraron porque no
existían.
Haruko Moritaki, cuyo padre presidió el Consejo
Japonés contra las Bombas Atómicas y de Hidrógeno,
indicó que existe un paralelismo entre lo que sucede
en el país árabe con Hiroshima, donde "el cáncer
comenzó a aumentar entre diez y 15 años después del
estallido de la bomba". En Japón mostró las fotos de
niños muriendo de esa cruel enfermedad en escuelas y
otros lugares, y expuso lo que ocurre en el Iraq
devastado por la guerra.
Sin embargo, la gran prensa calla y se esmera en
confundir y apañar los planes de guerra contra
Teherán y Pyongyang.
El habanero
viernes, 6 de agosto de 2010
Hiroshima y Nagasaki 65 años de victimas en la memoria del mundo


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