lunes, 29 de noviembre de 2010

Se enciende Corea del Sur y dice que Corea del Norte pagará por ataque

"Nosotros hemos mandado ayuda a Corea del Norte. Ellos, a cambio, nos devuelven bombas": surcoreano.

Entre vítores y aplausos, varios ancianos yerguen los muñecos de paja, les colocan dos sandías por cabeza y les ponen rostro con caretas: una del dictador Kim Jong Il, la otra de su hijo Kim Jong Un.
Maniobras aeronavales conjuntas entre EE. UU. y SeúlEl primer bastonazo hace saltar la pulpa de la fruta por los aires y salpica al auditorio. Un ex militar con el pecho lleno de medallas vacía una botella de gasolina y enciende la mecha. En la pira también acaba una enorme bandera de Corea del Norte.
"A lo largo de estos años, nosotros hemos mandado ayuda humanitaria y dinero a Corea del Norte. Ellos, a cambio, nos devuelven bombas", dijo Park Hyang Gu, ex combatiente de 70 años.
Le secunda Lee Jung Sang, 77 años, quien recibió un tiro y cuatro heridas de metralla en la Guerra de Corea: "Yo no sacrifiqué mi vida para permitir que ahora nos maltraten. Soy viejo pero podría volver a las armas si es necesario".
Los veteranos de la guerra de Corea (1950-1953) llevan varios días realizando demostraciones como esta en las calles de la capital.
Sin dejar de ser minoría, estos ancianos reflejan el enfado de la gran mayoría de la población, impotente ante las provocaciones de un vecino que pone en riesgo, impunemente, la prosperidad de una democracia que se ha convertido en la segunda economía más próspera de Asia.
La prensa local, como el diario 'Korea Times', habla de un "giro a la derecha" en la manera en la que la opinión pública entiende el conflicto con Corea del Norte.
Un 83 por ciento a favor
Un sondeo hecho público este lunes asegura que el 83 por ciento de los surcoreanos aplaude que su Gobierno haya optado por la intimidación militar, desplegando maniobras militares conjuntas con la ayuda de Estados Unidos.
El presidente, Lee Myung-bak, ofreció este lunes su primer discurso público desde el ataque del martes pasado. Y lo hizo atendiendo al humor de su ciudadanía, al mismo tiempo que su Gabinete se encargaba de aprobar una ley que declaraba "zona militar" la isla de Yeonpyeong (donde se produjo el ataque el martes) y prohibía la presencia de civiles.
"(Corea del Norte) sin duda pagará un precio alto si osa provocarnos de nuevo", amenazó el líder político.
Mientras hablaba, las maniobras militares de la alianza Seúl-Washington continuaban a "alta intensidad" en el Mar Amarillo. Los cazas sobrevolaban la zona y las baterías de artillería afinaban su puntería en el mar.
En Corea del Sur también hay quien pide a su Gobierno que busque a toda costa la vía de la negociación para evitar una guerra.
Al caer la noche, en el cruce de Jonggak, un pequeño grupo de jóvenes encendían velas y sostenían pancartas de "no a la guerra", sentados en el suelo.
"Nadie quiere una guerra en Corea y el Gobierno debería hacer lo posible para que podamos evitarlo, en lugar de llevar a cabo juegos de guerra en el mar", protestaba Song Jon Kim, un periodista de 36 años que participaba en el encuentro pacifista.
Ángel Villarino
Para EL TIEMPO
Seúl

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